16 de noviembre de 2012

Mateo, de Armando Discépolo (por José Gamo, de su blog personal)

El grotesco argentino es un género continuador del sainete criollo, al que completa y supera. Lo que eran historias eminentemente cómicas se vuelven más dramáticas e interiores; los personajes se hacen más complejos, incorporando el naturalismo europeo, y la configuración del lenguaje y del espectáculo se hace más ambiciosa. En ese ámbito se desarrolla el trabajo de Armando Discépolo. Mateo es una obra que reúne muchos de los elementos del genéro, y es uno de sus clásicos. Toca los temas preferidos del autor: un sistema económico condenatorio, la unidad familiar amenazada, la oposición entre juventud y senectud, modernidad y tradición, moralidad y éxito exterior, autenticidad y acomodamiento social, debilidad y poder... Su lectura nos conecta con referencias posteriores de sobra conocidas, como El ladrón de bicicletas o La muerte de un viajante. La inspiración está en las novelas de Zola, en el melodrama italiano, en el sainete criollo mencionado, en Pirandello y la comedia italiana del momento. Mateo cuenta la desgracia de un cochero de caballos que se ve arruinado en su vejez por el advenimiento del automóvil. Básicamente es la historia de un hombre que, tras una vida de arduo trabajo, llega a la puerta de la vejez sin nada. Su existencia ha transcurrido sin conseguir ningún éxito que no sea su propia familia. Sin embargo, la brecha generacional que lo separa de sus hijos lo vuelve amargo y triste. Sometido a las presiones ambientales se ve obligado a buscar a través de un subterfugio o pequeño delito la salvación. El desastre final no hace más que corroborar su incapacidad para la adaptación al nuevo tiempo. Armando era hermano de Enrique Santos, el autor de Cambalache y de muchos otros tangos. Cada uno de ellos retrató una parte de ese "fraude", esa trampa, que el Buenos Aires de principios del veinte supuso para muchos emigrantes italianos y españoles. A mí me parece un mundo paralelo al de la zarzuela finisecular y Arniches, pero con una libertad argumental y emocional mayor. En sus obras, frecuentemente hace frío, y muchas de las escenas se desarrollan de noche. Hay devastación, social y personal, y una curiosa sensibilidad trágica, entreverada con comicidad. En el lenguaje reflejaba el lunfardo y los modismos italianos. En esas obras está esa ciudad mítica, ciudad trampa, ciudad peligro. En ellas se muestra esa desconfianza hacia el futuro y esa nostalgia congénita que hasta el día de hoy retrata una parte del alma porteña. Más allá de la caracterización pintoresquista, el texto de Mateo es ejemplar, lleno de escenas perfectas. Es un vehículo brutal para grandes intérpretes de carácter. El giro desde lo cómico a lo trágico es delicado, sutil. La exteriorización de las pasiones de una radicalidad que llega a lo delirante. Un retrato muy potente de una sociedad, de un tiempo, que, como sucede con todo el gran teatro costumbrista, llega a la universalidad desde su concreción histórica y geográfica.
Fuente : http://josegamo.blogspot.com.ar/2010/02/mateo-de-armando-discepolo.html